por Fabián Bosoer (*)
Cien años del nacimiento del gran filósofo político italiano Norberto Bobbio se cumplieron el domingo 18. Coinciden con la vacancia actual de grandes pensadores y el marasmo en el que discurre la política europea (y de más acá) entre otras cosas, por la corrosión de las ideologías y los usos y abusos de poder que ganan estado público.
Allí están para contarlo los italianos, con Berlusconi nuevamente en la picota y el centro de la escena salpicado de escándalos; los franceses, tan lejos del presidente estadista que fue Mitterrand y más cerca de su sobrino, el ministro de Cultura de Sarkozy obligado a explicar sus preferencias sexuales; los españoles, con una oposición conservadora que se descubre transformada en una agencia de negocios, asociaciones ilícitas y festicholas.
Los vicios privados, en todos estos casos, parecen ocupar la escena ante la escasez de virtudes públicas, o develando la hipocresía de quienes dicen defenderlas.
Viene bien, entonces, recordar algunas claves del pensamiento de Bobbio, quien supo explicar la distancia entre las promesas de la democracia y los grises y opacidades del ejercicio del poder. Primera lección: el paso de aquellos polvos a estos lodos no es necesariamente el que va de la teoría a la práctica, o de las leyes existentes a su permanente incumplimiento, sino el que va de una realidad indeseable a otra que mejore un poco las cosas.
Definió Bobbio a la democracia como "el gobierno del poder público, en público". Aquí una segunda lección: lo que distingue al poder democrático de uno autocrático es que sólo el primero permite formas de "desocultamiento" por medio de la crítica libre y el derecho de expresión de los diversos puntos de vista.
Las reflexiones de Bobbio, que murió a los 94 años en el 2004, son siempre un buen ayuda memoria para este tiempo desmemoriado: desconfianza hacia la política demasiado ideologizada que divide el universo en partes que se excluyen mutuamente; elogio de la templanza, entendida no sólo como actitud y comportamiento individuales sino también como categoría política y virtud social: respetar las ideas de los demás, detenerse ante el secreto de cada conciencia, comprender antes de discutir, discutir antes de condenar.
(*) Politólogo y periodista. Argentina
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